De
acuerdo con el análisis presentado en el libro de música de artes en la
telesecundaria, para iniciar la formación como interprete se deben de
trabajar diversos aspectos que desarrollan nuestra habilidad musical.
"La
música es un arte que, para que se mantenga vivo, necesita ser
interpretado. El intérprete sigue las intenciones del compositor ya sea a
través de la notación musical; o a través de la imitación, en el caso
de la música que se aprende por transmisión oral. El intérprete es fiel
al compositor, pero en su recreación de la obra musical necesariamente
imprime su propia personalidad, de ahí el nombre “intérprete”. Cuánto
agrega de su propia personalidad es una cuestión delicada: apegarse
absolutamente a las notas escritas o a la versión conocida, repitiendo
en forma idéntica, es tan malo como desviarse demasiado de ellas. Lo que
le queda al intérprete para poder caer en el justo medio, en el
equilibrio, es el conocimiento de la obra y del compositor, comprender
sus características y su contexto".
Los fundamentos para que te desarrolles como interprete son los siguientes:
1. Constancia.
Antes que nada debes ser constante. La práctica hace al maestro. Si
bien en la música es muy común distinguir entre quien tiene talento y
quien carece de él, la experiencia de grandes músicos pedagogos
(Dalcroze, Susuki, Kodály, César Tort) ha demostrado que esta
apreciación es un principio erróneo y que la práctica constante supera
al talento innato. Los hábitos tienen un efecto poderoso: al principio
necesitamos de todo nuestro esfuerzo consciente para dedicarnos, pero al
cabo de un corto tiempo, el hábito toma su propia fuerza, y es el mismo
hábito el que nos llama a continuar y nos hace sentir una ausencia
cuando no lo ejercitamos. Debemos crear un hábito de estudio, de
práctica instrumental. Un tiempo razonable es entre media y una hora
diaria, tomando en cuenta que es mucho más efectivo de esta manera,
dosificado, que tres horas seguidas un día a la semana.
2. Notación musical.
Aunque puedas interpretar piezas musicales por imitación, por haber
escuchado a alguien más, sólo la notación musical te permitirá avanzar,
llegar a mayores grados de profundidad y dificultad. El dominio de la
notación musical permitirá interpretar obras que nunca hayas escuchado
antes, obras que provengan de cualquier región o parte del mundo. La
notación musical es, en este sentido, un lenguaje universal que se habla
en casi todos los rincones del mundo y que te abrirá las puertas a sus
culturas. Ya hemos abordado los principios de la notación rítmica y
melódica en secuencias anteriores, pero existen varios métodos de solfeo
(esto es, de lectura de ritmos y notas) que te ayudarán a alcanzar
mayor fluidez, consúltalos en el cuadro de materiales de apoyo.
Cualquiera de ellos (o si tienes acceso a alguno diferente) es igual de
útil. Basta que dediques cinco minutos al día, leyendo, es decir,
solfeando progresivamente las lecciones, para que aprecies increíbles
resultados.
3. Análisis de la obra.
Para desarrollar tu gusto musical y ser un intérprete consciente es
importante que conozcas a fondo la obra que vas a interpretar. Para
analizarla debes conocer su contexto: cuándo surgió, en qué
circunstancias se toca, qué instrumentos la interpretan, cómo llega a
ti, en qué género o estilo musical se ubica; así como el contexto del
compositor: cuándo y dónde nació, si pertenece a un estilo en
particular, algunos datos personales de relevancia, etcétera. Si bien no
siempre se cuenta con toda esta información, cualquier dato que puedas
recabar te ayudará a comprender mejor la obra que vas a interpretar.
Otra parte del análisis de la obra es el análisis propiamente musical:
cómo es su estructura (cuántas partes la conforman, cuándo y cómo se
repiten), cómo es su ritmo, su tempo, su compás, identificar la melodía o
melodías, el acompañamiento, para cuántas partes (voces o instrumentos)
está escrita, etcétera. Todo esto te ayudará a adentrarte en la obra, a
familiarizarte con ella aun antes de interpretarla.
4. Técnica.
La técnica comprende la postura del cuerpo, la posición de los brazos,
manos y dedos, la respiración, así como el conjunto de ejercicios
diseñados para alcanzar agilidad y precisión, ya sea en los dedos, la
boca, las manos y/o los brazos, dependiendo del instrumento. Hay dos
maneras principalmente básicas de abordar el estudio de la técnica
instrumental: 1) a partir de métodos o textos de técnica, donde se
abordan distintos ejercicios por grado de dificultad, y 2) a partir del
repertorio mismo que se está trabajando, donde se aíslan segmentos de la
obra y se estudian por separado. Ambas maneras son útiles y necesarias
para perfeccionar la interpretación instrumental. Decimos que tenemos
dominio de la técnica de una cierta pieza cuando la podemos interpretar a
tiempo (a la velocidad a la que va) sin errores ni tropiezos, cuando
tocamos todas las notas con su ritmo, cuando logramos fluidez y
precisión. Como parte del dominio técnico podemos incluir la
memorización. Esto no es un requisito indispensable, pero memorizar una
obra nos ayudará a alcanzar el grado deseado de fluidez y precisión,
además de que nos permitirá interpretarla en cualquier momento. Para
memorizar una obra te recomendamos proceder por frases, repetir cada
frase por separado hasta memorizarla y después unir las distintas
frases.
5. Expresividad. Una
vez que el aspecto técnico de una obra musical está dominado, podemos
fijarnos en el aspecto expresivo. Si la técnica es el “qué” (qué notas
tocamos y con qué ritmo), la expresividad es el “cómo”. Podemos imprimir
distintas inflexiones a los sonidos de una pieza, podemos hacerlos más
suaves o más fuertes; más ligados, como si la melodía fuera el agua de
un río, o más entrecortados, como si se tratara de gotas de lluvia;
podemos soltar todo nuestro aliento en un solo sonido (en el caso de la
flauta u otros instrumentos que producen su sonido con aire), o
dosificarlo lentamente. Dentro del carácter de la pieza, podemos elegir
un tempo más calmado o un tempo más ágil o rápido. Elegir todos estos
aspectos y ejecutarlos conscientemente es lo que te hace un intérprete,
es lo que distinguirá tu ejecución de la de alguien más. Por supuesto,
no modificamos los sonidos que están escritos, las notas y sus ritmos no
cambian.
6. Repertorio. El
repertorio deberá seleccionarse con anterioridad. Se deberá contar con
al menos las cinco primeras piezas que se trabajarán, para que se pueda
trazar una continuidad, para que se pueda apreciar un progreso y una
dirección. En este sentido, la selección estará en función de las metas
establecidas. Para formar un repertorio interesante y divertido te
sugerimos que incluyas obras de distintos géneros y estilos: una o dos
obras propias de tu comunidad (las puedes encontrar en la recopilación
de canciones que has hecho anteriormente), una obra de tu región o país,
una pieza popular y una pieza clásica (perteneciente a la música
culta). Para seleccionar estas obras te recomendamos algunos sitios de
Internet en el cuadro de materiales de apoyo. Comienza por las obras de
menor dificultad.
7. Metas.
¿Cuál es tu objetivo al tocar? Puede que tengas la intención de formar
un grupo y dar conciertos, o quizá sólo quieres tocar frente a amigos o
familiares. A lo mejor quieres tocar tú solo, para ti, para disfrutarlo
aunque nadie te escuche. Cualquiera que sea tu meta, si la tienes clara
será más fácil alcanzarla. Selecciona tu repertorio de acuerdo con esa
meta, ya sea que quieras tocar para ti o frente a un público, debes
proceder por grado de dificultad, comenzar por lo más fácil y ponerte un
objetivo de una obra (o varias) de mayor dificultad a las que quieras
llegar. Establece una rutina de práctica instrumental, diaria o cada
tercer día, dependiendo de tu objetivo, pero recordando que la
constancia y la regularidad son la base del éxito.